





La vitamina C, o ácido ascórbico, es probablemente una de las vitaminas más conocidas pero menos comprendidas de todas. Defendida por el premio Nobel Linus Pauling, Ph.D., y abalada por muchos aficionados a la nutrición, la vitamina C es de hecho un nutriente (o micronutriente) realmente importante para el funcionamiento normal de los seres humanos. De hecho, la vitamina C ayuda a proteger y cuidar las células y además, participa en la producción de colágeno, siendo éste un compuesto que mantiene los tejidos conectivos sanos y el cual es de vital importancia para el soporte y estructura de los tejidos y órganos, incluyendo la piel, huesos y vasos sanguíneos. Por su parte, la vitamina C ayuda a curar las heridas y su consumo aumenta la cantidad de hierro que podemos absorber de fuentes vegetales, como la col rizada, el brócoli y los brotes. Así pues, la vitamina C es uno de los muchos antioxidantes que pueden proteger al organismo frente al daño causado por una serie de moléculas dañinas denominadas radicales libres, así como sustancias químicas tóxicas y contaminantes como el humo del cigarrillo. Es más, diversas investigaciones sugieren que los radicales libres pueden acumularse y contribuir al desarrollo de enfermedades como el cáncer, enfermedades cardíacas y artritis.